Libro I del "Policraticus"


Libro I:
Durante este primer libros Salisbury desarrollará todas aquellas actividades que perjudican a los cortesanos y conforman todo el núcleo de lo que el denomina “frivolidades”.
Comienza con los primeros capítulos hablando sobre la fortuna y la acumulación de riquezas que hace que los individuos rechacen el conocimiento de sí mismos, constituyendo una ofensa al Creador.
Hace una distinción entre lo natural y lo ajeno, aquello que no pertenece ni tiene origen en la naturaleza sino que “son propias de uno”[1]. Como lo natural pertenece a todos y se rige por el orden divino, entonces el derecho natural se deberá cumplir por obligación.
Debido a sus grandes influencias griegas y romanas (principalmente Cicerón), hace muchas alusiones a los gobiernos pasados como modo de argumentación para discernir buenas y malas actitudes respecto al gobierno y el funcionamiento de éste. Refiriéndose a la Antigua Grecia, apunta la figura del “Areópago”[2] y las distribución actividades dentro de una ciudad. La caza es por tanto una frivolidad si se practica como una actividad no referente a su oficio. Seguidamente hará una explicación del origen “frívolo” de ésta práctica de la cual atenienses se burlaban; recurriendo a mitos y fábulas.
Tampoco el Juego es una actividad de virtud, pues convierte “cada tirada en árbitro de su suerte”[3] Sin embargo excluye algunos juegos matemáticos y aritméticos que practicaban Tolomeo, Alejandro, césar y Catón; que además les preparaban para temas filosóficos.
Tratará también el tema de la música, la cual no está  directamente asociada a las frivolidades cortesanas, pues tiene un origen noble. Utiliza pasajes de la Biblia y acude al maestro Platón vinculando la intangibilidad, e inefabilidad de la música y la voz al alma. A pesar de esto, sentencia la música de los antiguos banquetes o convites asociados al abuso. Contrapone las figuras de Augusto, que tras una crítica de un soldado deja la música a un lado; y Menón, que describe como el peor de los emperadores, el cual estaba cautivado por su propia voz.
Criticará también los mimos e histriones. En el momento en el que desaparecen las comedias y tragedias griegas de Plauto, Meandro y Terencio; las representaciones pasan a ser frívolas y e encaminan a lo superfluo vinculado a la vanidad.
Los últimos capítulos del primer libro, los dedicará a condenar la magia, “la praestigium” pues ciega la visión de los ojos. Define a los magos como “aquellos que cambian el aspecto de las cosas”, hará una larga enumeración de algunos de los tipos de magia que existen entre los que se encuentran las astrología relacionada con las matemáticas y la predicción, y los genealogistas.
Por último trata el tema de los presagios a través de relatos de la antigua Roma y Grecia


[1] Libro I, cap. 2
[2] Libro I, cap.3 citando a  Valerio Máximo, Dichos y Hechos memorables, 2,6 , 4: “De la misma urbe, también el santísimo consejo Areópago solía inquirir qué hacía cada uno de los atenienses y con qué gastos se sustentaba (….) recordando que tenían que rendir cuentas de su vida, practicasen la virtud “n, que describe como el peor de los emperadores, el cual estaba cautivado por su propia voz.
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[3] Libro I, cap. 5

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